jueves, 26 de agosto de 2010

Fortuna



Ya no recuerda, al menos no con detalles para narrar, cuándo decidió que no cree en las hadas, pero lleva más de siete años rondado por la idea, aunque tampoco ha tenido ocasión de enunciarlo; quizá en sueños, "yo no creo en las hadas", o también, "las hadas no existen". Ahora conoce una historia, pero tampoco tuvo oportunidad de pronunciarse en aquella ocasión cuando esa persona, que se creía hada, puso su cara más triste al explicar que un hada muere cada vez que alguien dice que no hay de eso, que no pasa. O algo así dijo, la que se siente hada.

Piensa que esa muchacha busca una historia qué creer para quienes la vean morir y necesiten una explicación, ella podría ser una gran actriz (mediana, suficiente) y en el fondo no le dolía: lágrimas de cocodrilo, no de hada. Las hadas, se le ocurre, tendrían que ser mucho más bellas. Ágiles, brillantes, generosas. No hay porqué requerir un chantaje de ese tamaño si se es, si se fuere un hada.

Por otro lado, piensa, es por fortuna que aquella y él no se han encontrado, pues él la recuerda mucho y siempre se siente con ánimos para decirlo, no cansarse de mirarla mientras lo repite "no creo en las hadas, no creo en las hadas", no creer en las hadas todo el tiempo que ella soporte frente a él. Alguien podría quedar sólo frente al otro, ella porque mueren otras hadas, él porque no le dará tiempo de fingir que piensa en otra cosa, uno de ellos quizá se canse tanto que termine dándole la razón al otro, harto de un millón de repeticiones, del vértigo en cada una; tanto que puede pasar, pero no se han topado, por fortuna, piensa él.

"Fortuna", eso sí lo ha dicho, "¿Fortuna no es acaso el nombre de un hada?".

2 comentarios:

  1. Un clásico madribélico, me encanta. ¿Se podrá subir el cuento de Loreto?

    ResponderEliminar
  2. Gracias por tu comentario, ya pasamos tus deseos a programación. Beso.

    ResponderEliminar