miércoles, 14 de noviembre de 2012

Crotón


Es hora de decir que en este mundo sólo estoy a favor de mi planta. Me compré una planta el otro día. Alta, quiero decir, de un poco más de un metro.

Su tronco es una de esa varitas o tres varitas que al metro se vuelve copa, como si hubiera habido un tronco, pero igual pequeña, una copa pequeña de hojas delgadas y largas, manchadas de color verde, amarillo y rojo. 

Todos los días le llevo una trago del agua que exprimí en esa cubeta diseñada para que no tenga que meter las manos al agua para trapear; todos los días trapeo el agua que se sale de la regadera, y de la cubeta se la doy en un hilo, en tres o hasta 6 tomas en hilo de agua, a la maceta de barro que le compré a mi planta.

Lo único que me importa es mi planta. Lleva apenas un par de semanas en la casa. Estaba muy feliz cuando la compré, la cargué del tronco cuatro cuadras en una mano, y en la otra mano traje la maceta. Hoy me animé a pasarla entre mis manos y soltó unas hojas que le sobraban. Lamenté no tener el suelo despejado para contemplar las hojas muertas, soltadas.

Me costó como 100 pesos, ya con la maceta. Los primeros días que estuvo aquí, me fui sin regarla y se empedernió su tierra. Pero no lo he vuelto a hacer, diario me acerco a despacio darle agua, y hoy hasta me animé a pasarla entre mis manos. Soltó unas hojas. Hasta para mí es una planta pequeña.

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