jueves, 14 de junio de 2012

Helado



La cara de la calle ha cambiado. No puedo decir que envejeció, pero sí que desde la puerta y sobre todo a partir de la vuelta en Rivadavia, la novedad se le ha secado hasta el polvo en la estación de tren. Vuelvo a la casa y me miro en el espejo. No le creo nada. Si cuando salí de aquí me dolía la boca de ver y leer y escuchar lo mismo que nada, ahora el fastidio paz fastidio que traigo a ofrecer, escapa de mi cara en una sonrisa de una mujer realmente vieja. A dónde vas, paloma, con esa escopeta detrás. Debe llamarse amor lo que mi lengua le sigue haciendo a pesar de todo a esta ciudad.

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