viernes, 27 de septiembre de 2019

Un día nuevo



Otra vez contemplar el camino de la regadera al desagüe. Pienso que en este charco, inmenso, se podría terminar mi vida o alguna de las funciones motrices de mi cuerpo. Con un miedo que no es miedo, sacudo el agua del cabello, las piernas y los brazos, el cuello, el torso y el afuera del sexo. Repito palmadas pensamientos parecidos a los del día anterior.
Cuando salgo del baño, desde el cuarto contiguo se escucha el borboteo. Me embarro las cosas blancas lo más rápido que puedo y al mismo tiempo que el olor, mientras me pongo la ropa, llega a mí la voz del viejo: el café... ya está el café... Voy, le digo. Tomo mi taza y mi bolsa. Soy empleada de un político y él, "vende cerebros".
Entro al cuarto. Acerco una silla a la cama de la que no ha salido para preparar el primer café de hoy. Si hablamos del mundo, del mío. El olor a galletas se va, tal vez le pregunto que está leyendo. Sabe que en unos minutos lo voy a olvidar. Le doy un beso. Le digo gracias. Se burla de su rutina y yo salgo a dar otra vuelta al exterior del centro del universo.

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