Otro día, después, soñé que caminaba en la playa y recordaba haber escrito en la arena. Agachaba la cabeza y sentía que la arena estaba imantada, me jalaba de la mirada, no de los ojos. Del calor, no de la piel. Me recostaba sobre la arena y desde ahí escuchaba tu nombre con toda claridad. La boca se me llenaba de algo dulce.
Siempre me pregunto por qué narraré los sueños en copretérito. Nunca me pregunto por qué me dará por preguntarme sobre el presente en futuro imperfecto.
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