miércoles, 2 de enero de 2013

Fraude


Alan me enseñó a preguntar "¿por qué hiciste eso?", despacio, de manera que cada palabra se plante frente al otro -que entonces fui yo-  y le haga, por sí misma, la pregunta completa.

Si algo pregunta el que pregunta, realmente es: ¿sabes por qué hiciste eso? Pero además de preguntar, la pregunta quiere decir que el que la planta (la pregunta) sabe que el otro ya se preguntó lo mismo y se tuvo qué decir, en algún momento: no lo sé.

El que pregunta sabe todo eso porque hubo un contrato, una confianza que se dio con la confianza de que no se iba a quebrar, y se quebró; y al preguntar no quiere que le ofrezcan una disculpa precisamente, ni quiere que le pidan perdón.

Sin embargo, al menos en español, lo que quiere decir no tiene otro nombre que "¿por qué hiciste eso?", y eso no lo inventé yo; me lo enseñó Alan.

Hoy pienso en Alan y sé que le debo una disculpa aunque se la haya ofrecido. No recuerdo con qué palabras le respondí, pero sé que al preguntarme me dio la oportunidad de presentarle mi pena de haber fallado, aunque entonces no supiera responder.

"¿Por qué hiciste eso?" Seguramente le pedí una disculpa, fue una pena que justo él tuviera que atestiguar el vulgar espectáculo de mi humanidad.

Por otro lado, nadie más que él me pudo enseñar qué se dice cuando le has pedido a tu primo que le dé clases a tu amiga, y tu amiga toma las clases, dos, tres cuatro, tal vez diez, y luego desaparece sin decir nada, y luego vuelve a aparecer no en las clases, sino en tu casa.

¿Cómo está tu primo? Bien. Me dijo que dejaste de ir. No le llamaste ni nada. ¿Por qué hiciste eso? Lo que le respondí no fue por qué, pero espero que sepa que lo lamento. Lo lamento, sí, como me enseñaron a decir los doblajes de películas en inglés cuando le he fallado a alguien y no importa en absoluto el porqué.