domingo, 2 de enero de 2011

Condenada 2.0


Haré que la madre de ese hombre piense en mí cuando muera. Sí, en el camino de su lecho de muerte a donde sea que deba ir lo que haya de irse desde su muerte.  Pensará en mí como si su mirada (si mirada) se perdiera, y su saliva (si saliva) se volviera apenas un poco ácida. Así, llegará mi nombre a sonar en su mente como si oyera a todos los niños que conoce, uno por uno, decir la palabra tropiezo, sacada de sus diferentes historias reales, entonada a veces todavía como una queja, otras como risa, también como tragedia.
Y mi nombre le prometerá desaparecer, hará de ella una forma dócil e inconsciente de alma en pena: dar vida y robarla de una vez. La madre de ese hombre y mi rodilla imperfecta. La madre de ese hombre y el vaivén de las olas furiosas esta semana. Usted y un recuerdo de su hijo, atrapado en lo sensual, señora; su hijo le ha puesto mi nombre a una piedra pequeña, y la ha lanzado tras de sí camino a su casa.