jueves, 26 de agosto de 2010

Fortuna



Ya no recuerda, al menos no con detalles para narrar, cuándo decidió que no cree en las hadas, pero lleva más de siete años rondado por la idea, aunque tampoco ha tenido ocasión de enunciarlo; quizá en sueños, "yo no creo en las hadas", o también, "las hadas no existen". Ahora conoce una historia, pero tampoco tuvo oportunidad de pronunciarse en aquella ocasión cuando esa persona, que se creía hada, puso su cara más triste al explicar que un hada muere cada vez que alguien dice que no hay de eso, que no pasa. O algo así dijo, la que se siente hada.

Piensa que esa muchacha busca una historia qué creer para quienes la vean morir y necesiten una explicación, ella podría ser una gran actriz (mediana, suficiente) y en el fondo no le dolía: lágrimas de cocodrilo, no de hada. Las hadas, se le ocurre, tendrían que ser mucho más bellas. Ágiles, brillantes, generosas. No hay porqué requerir un chantaje de ese tamaño si se es, si se fuere un hada.

Por otro lado, piensa, es por fortuna que aquella y él no se han encontrado, pues él la recuerda mucho y siempre se siente con ánimos para decirlo, no cansarse de mirarla mientras lo repite "no creo en las hadas, no creo en las hadas", no creer en las hadas todo el tiempo que ella soporte frente a él. Alguien podría quedar sólo frente al otro, ella porque mueren otras hadas, él porque no le dará tiempo de fingir que piensa en otra cosa, uno de ellos quizá se canse tanto que termine dándole la razón al otro, harto de un millón de repeticiones, del vértigo en cada una; tanto que puede pasar, pero no se han topado, por fortuna, piensa él.

"Fortuna", eso sí lo ha dicho, "¿Fortuna no es acaso el nombre de un hada?".

lunes, 16 de agosto de 2010

negro


Borro con saliva el punto reseco en mi garganta. Me levanto de la cama. Tomo un vaso de agua y una fruta. Un baño. Corro la puerta del closet y elijo usar guantes de pobre. Ir a tu casa. Sentarme en el comedor. Ver a tu madre, que no ha cambiado nada, sonreír. Tomar una manzana del frutero y regresarla. "Raptarte".
Dormir contigo. Tomar un baño. Correr la puerta del closet y usar perfume. Leer mis libros en la biblioteca pública. Mirar la luz del sol pegando de lado en los edificios antes de irse, y desear por único momento que no llegues a buscarme inmediatamente. Esperar media hora más durante la noche, la media hora más larga. Ser mi boca cuando llegues por mí. Ser mi mano al recorrer la calle. Esta noche te cocino algo nuevo, ¿nuevo?, sí, quiero aprovechar las cebollas que dejó Ninón, fugazzeta sin pan, ¿qué te parece?, me encanta, pero no es nuevo.

Tienes razón.

Borro con saliva el punto reseco en mi garganta. Me levanto de la cama. Pongo agua para el café. Te miro desde la mesa. Este café es perfecto, me siento enamorada de él, ¿quieres?, sí, y te llevo un poquito. Te encanta.

jueves, 12 de agosto de 2010

sadomasoquismo


Cualquier día, cuando ya he dejado de esperar por un momento de calma, éste llega con facha de guiño: al hacerlo sabes bien que lo entiendo por completo, no hay nada qué decir. Miro tu sonrisa y contengo las ganas de salir corriendo al futuro con ese guiño atrapado - en los pulmones, en los ojos, ¿dónde? - y así todos mis días sepan de qué se trata.

martes, 10 de agosto de 2010

martes


Martes arrastra mi cuerpo de abajo hacia arriba hacia la nada negra de ningún martes más, ni otro día de ninguna semana, sólo éste. Sólo tú revolviendo los números y los nombres, y tu cara de comerme y escupirme en pedazos de sí latir, de sí brillar, de sí tu voz atravezada en la mitad de mi garganta. Así quiero que sea como cada vez que recueste mi cabeza, olvide por completo que existe mi mente.

jueves, 5 de agosto de 2010

Blanco y transparente


El suelo amarillo de pasto quemado por el frío. Y tú no sabes lo que es el frío. Al centro una casita. ¿Es azul o parece azul? ¿Y qué si te digo que es azul, pero es gris y se ve azul porque refleja el cielo? No te importaría porque tú no sabes qué es el cielo. No sé si esa casita es un hogar o una bodega, no sé qué decirte, no sé nada de tundra ni de hogares y bodegas en la tundra. Al fondo las montañas, mitad de pie, mitad blancas, nevadas. Sí, tiene una ventana en cada lado de la puerta. ¿El reflejo?, qué será, los créditos de una película, pero no llegué a tiempo. Ya tú verás.

O Superman, O Laurie Anderson