miércoles, 30 de junio de 2010

arma, son


De noche no siempre sé cómo y porqué pero estoy cansada y mis nervios agradecen cuando dejo ir mi peso contra el colchón. Cada vez que eso pasa y antes de hacer un recuento de las partes de mi cuerpo que tardan más en reposar, sé de qué tamaño soy y pienso en el tuyo. Ése es el momento justo en que descansa mi alma.

viernes, 25 de junio de 2010

don Enrique


En el subte quedé sentada frente a una mujer joven y su hija de unos cuatro años. El peinado de la niña me sacó una primera impresión mediocre, pero cuando vi su rostro simpático tuve qué pensar: "linda niña". Luego miré a la madre y sonrió como si me hubiera escuchado, mientras seguía hablando por teléfono. La niña, inquieta, revisó todo alrededor pero no encontró algo interesante hasta que entró al vagón un hombre enorme de traje oscuro que se quedó de pie sólo a una puerta de la niña, y ella sólo le quitó la mirada de encima unos segundos para undirse en el respaldo y sonreír. Se incorporó inmediatamente y siguió mirándolo y sonriéndole. El hombre no se decidió a recibir el halago. Puso la mirada en cualquier otra persona. A la niña no le importó que allá en las alturas, el hombre no enviara señales de interés en devolver la sonrisa. Su madre siguió en el teléfono, yo recordé a un amigo de mi padre del que estuve enamorada a los cuatro años, y entendí que esa niña y yo estamos en el mundo por la misma razón.

viernes, 18 de junio de 2010

Miau



Disfruta la vida, dicen. Hay que disfrutar la vida. Hay que ver la vida desde la nausea de la vida; y una noche, dormir y soñar que la mordida de un gato despierta y una grita por ayuda a su mamá y su mamá no llega. Lucha aunque se sabe paralizada por el miedo hasta un momento en que escucha al gato ronronear. Está quieto, acurrucado a un costado. Hay que darse cuenta de que es el gato, el gato de siempre que diario dormía ahí acurrucado, y despertar en el intento de avisar a la madre que no debe preocuparse, que se está a salvo. Que es sólo el gato.
Habiendo dejado sólo un pie en el sueño, se ha de pensar que no está el gato, pero está la madre. Luego, que no está la madre, pero se está en la casa. Y luego se ha de abrir los ojos y despertar del todo. Entonces hay que disfrutar la vida.

lunes, 14 de junio de 2010

Guau


La cama esperó todo el día, la encuentro perfecta. El ruido de anoche preparó entre nosotros una tregua y hoy será quien abrace todo mi cansancio y lo convierta en sueño donde un niño se levanta del suelo con las rodillas sangradas; su perro huele el dolor, ladra a la nada alrededor, y se lanza a lamerle al niño la cara.

domingo, 13 de junio de 2010

"Antes"


se susurra, no se dice. No se anda por aquí hablando de allá, como no se desea que un niño despierte cuando falta el alimento.

lunes, 7 de junio de 2010

Mitones



Los guantes sin dedos, hechos a mano por la ex suegra de su amiga en un pueblo montañoso a miles de kilómetros de aquí; los usó como señal junto a unas botas verdes, en la ventana del cuarto de hotel a dos cuadras del único departamento ocupado en el edificio del que no supo tocar el timbre, esperando fueran reconocidos por alguno de los amigos que tan angustiados estaban, ahora lo sabe, por su desaparición.

Tenían que reconocer los guantes que la noche anterior hizo buscar a la mesa de diez borrachos en la oscuridad de una taberna, cuando empezaban a entenderse, y uno de ellos encontró en el suelo, al bajar de la mesa la única vela.

Encontró esos guantes en su bolsa al buscar lo más parecido a un trapo para auxiliar al desconocido que en medio de unas montañas, a cientos de kilómetros de aquí, finalmente los ocupó para hacer su trabajo.

Javier (ahora sabe el nombre y el número de teléfono), dijo haber guardado los guantes en una bolsa interior de su chamarra y la chamarra se perdió en algún momento del paso entre una camioneta, un empedrado de cuatro metros de ancho y la cama."Por favor, dame oportunidad de reponerlos, dime dónde los compraste". Dónde los compraste, niña despistada, comedida, desprendida, estúpida.

Las botas verdes que su amor platónico en turno le ofreció la primera vez que se dirigió a ella por su nombre: "como éstas, como las mías, mis primos me las trajeron pero no me quedan ¿qué número calzas?".

Las botas verdes que usó como señal, junto a los guantes sin dedos, en la ventana de un hotel para ser encontrada por sus amigos, también las llevó a la fiesta donde topó al propietario original. "Qué bonitos zapatos". "¿Yo regalar?, no me ofendas". Yo te los vendí, niña
enamoradiza, distraida, estúpida.