jueves, 29 de julio de 2010

somos agua



Lluvia en el pecho por la felicidad inesperada, inefable, y la angustia estridente, agotadora. Sólo ocurre ante la desesperación. No es suave, es pasado de tromba en el plexo, y huele bien. Es contracción incontenible e inconsciente de esos nervios, soltarlos tal cual se deja caer un puño de pasto, y respirar, por primera vez en la vida, como siempre después de haber gritado “algo”. No funcionaría por sólo desgarrar la campanilla, se ha de obligar a voltear, o a caer, detenerse, o correr.

Alguien sabe tomar un baño, alguien sabe tomar un vaso de tequila. Alguien más traga saliva sin ver que no borra la sonrisa por su cuerpo, el de otro, en la mirada. Alguien que no entiende nada, recibe una carta de lejos y pinta zurcos de sal de cada ojo, a cada oreja, a cada lado de la cama.

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